Tengo un amigo que cree que la culpa de todo la tienen los licenciados en derecho. Lo cierto es que por más que intento rebatirlo acabo descubriendo que no le puedo negar la razón así, a la ligera. Bueno, quizás no tengamos toda la culpa, pero viendo cómo va el mundo, sí que tenemos la mayoría de los boletos para tenerla.
No es asunto banal por mucho que lo parezca. Es algo que ha preocupado a la sociedad desde tiempos inmemoriables. Antaño, cuando la humanidad era regida por las normas dadas por deidades, llámese tablas de la ley o llámese el brujo chaman de la tribu colocado de ácido, todo era más fácil. La culpa siempre era del de arriba, que es el que crea las leyes.
Un buen día, algunos hombres deciden que ya es hora de que seamos responsables de nuestro destino y crean el contrato social, que seguro que fue redactado por un licenciado en derecho.
No obstante, dudo que la culpa sea exclusivamente del que redacta las leyes. Al fin y al cabo somos seres imperfectos viviendo en una sociedad imperfecta, con lo cual es mucho esperar que se nos ocurran reglas perfectas para regular todo este caos.
En efecto, el derecho no es mas que fiel reflejo de la sociedad, que vierte en este instrumento todos sus anhelos, represiones y miedos. El licenciado en derecho solo intenta plasmar, con desigual fortuna, todo ello en palabras. Quizás de lo único que tenga la culpa sea de creer que es capaz de hacerlo. El derecho siempre va detrás de la sociedad lo cual le suma otro defecto además del de imperfecto: retrasado. No es más que un cubo de playa con motivos de Bob Esponja el cual nosotros, estúpidos que somos, empleamos para achicar el agua de un barco que se hunde por los cuatro costados.
Siguiendo con el símil, el cubo del afable Bob es un buen cubo, ideal para hacer un castillo de arena pero que se antoja inútil a la hora de llevar a cabo empresas de mayor enjundia. A nadie se le ocurriría echarle la culpa del naufragio del Titanic a la poca capacidad del cubo de Bob Esponja a la hora de achicar agua. Pues con el derecho pasa lo mismo. No es más que el cubo de Bob Esponja que hemos creado para tratar de regular nuestra caótica existencia.
Y es que con las leyes pueden pasar tres cosas. Que estén mal redactadas, que estén mal aplicadas o que simplemente estén mal obedecidas. Ejemplos: la Ley de Violencia de Género, en el primer caso, la Ley de Dependencia, en el segundo o , por ejemplo, las leyes fiscales en el último.
Fuera de discusión queda el hecho de que una ley mal redacta es culpa exclusiva de su redactor. Ahí si vale: la culpa es del licenciado. Sí. Pero también de un congreso de diputados que la aprueba, fruto de la soberanía popular. Y hasta de un tribunal que entiende que esa norma es conforme a derecho. En fin, que la culpa puede ser en última instancia de nosotros, que al fin y al cabo aprobamos una constitución que permite que se apruebe esa ley mal redactada. Podemos seguir remontando la culpa atrás en el tiempo hasta echársela al Big Bang, último responsable de todo este desmadre.